Las mujeres solemos tener muchos problemas para asumir el poder, entendido éste como la capacidad de intervenir en las decisiones, de opinar públicamente y de representar a otras personas contando con una presencia equitativa. Y tenemos razones de peso que justifican esa difícil relación con el poder, basadas en la educación y en la socialización. Una razón que juega un papel importante es la falta de suficiente autoestima personal, un hándicap que el propio sistema patriarcal se encarga concienzudamente en mantener desplegando sus técnicas de dominación e infravaloración de las mujeres, que desencadenan la discriminación por razón de sexo.
Trabajar en la superación de la propia autoestima y ayudar a otras mujeres a reforzar ese aspecto personal es fundamental para dar el paso; mi experiencia más próxima en este tema es en el ámbito sindical en el que hace años estoy inmersa, y donde a muchas mujeres les cuesta dar el paso hacia la participación activa, formar parte de candidaturas o asumir cargos en la organización, casi siempre con dudas acerca de su valía, de sus conocimientos sindicales o de su capacidad. Sin embargo, cuando se las anima a hacerlo y se les ofrece apoyo, participan y asumen cargos que desempeñan con tanta eficiencia, al menos, que sus homólogos varones.. Sobra decir que nuestros compañeros no suelen tener tantos prejuicios consigo mismos.
Pero no solo es la autoestima lo que interviene en nuestra relación con el poder. Después tenemos que enfrentarnos a la fuerte resistencia del sistema (social y organizacional) a dejarnos ocupar esos espacios de poder, un sistema que nos sanciona cuando manifestamos ambición política u ocupamos espacios de responsabilidad que hasta hace poco nos estaban vetados: se nos ningunéa, se desvaloriza nuestra actividad, se infravaloran nuestros éxitos, se minimiza nuestra presencia pública... y en el peor de los casos, y con más frecuencia de lo que pueda parecer, se nos acosa y se nos agrede con intimidaciones y faltas de respeto para que "abandonemos" (o para que, por lo menos, "dejemos de dar nuestra opinión").
Por eso es de la máxima importancia que las mujeres tomemos la determinación de acceder al poder público, individual pero sobre todo colectivamente, organizando grupos de presión que sean visibles y respetados por su competencia. Sólo así podemos combatir el androcentrismo social e institucional que sufrimos y que nos impregna tanto a hombres como a mujeres. Hay que terminar con la exclusión de las mujeres de los ámbitos del poder y conseguir en ellos una inclusión igualitaria. Hay que eliminar las barreras para el liderazgo de las mujeres, que no son otras que el contexto machista y misógino, nuestra propia inseguridad, los estereotipos sexistas y la organización patriarcal del tiempo. Y hay que aprender a reconocer y combatir las conductas discriminatorias por razón de sexo, hacia nosotras mismas o hacia otras mujeres, y sobre todo perder el miedo a denunciarlas cuando toman un cariz intimidatorio y de acoso. Urge acabar con la obstinación de muchos hombres en excluir a las mujeres del ámbito público y del poder.
Angeles Alegre
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Nos podríamos extender hasta el infinito si analizáramos cada uno de los motivos que hacen que una mujer no participe al mismo nivel que ellos, pero te diré algo que c reo es importante. Lo que más cuenta es que una crea en una misma y que deje de poner excusas a sus propios deseos.
ResponderEliminarMe quedo por aqui, me gusta lo que dices.
Un saludo.