Las cosas necesitan su tiempo... pero ¿cuánto?
Desde antes de 1911 las reivindicaciones
asociadas al 8 de Marzo se han movido en el calendario, han recortado su nombre
y modernizado su <leyenda>; Aún así, el Día Internacional de la Mujer
mantiene sus principios intactos y sus reivindicaciones firmes, ajenas al paso
de los años e infatigables ante la desesperanza de ver como el tiempo no ha
conseguido más que aflojar las cadenas de una desigualdad que aún en 2012
condena, limita y agrede a media humanidad.
En el mundo real el camino hacia
el respeto, la tolerancia y la igualdad es
duro y repetitivo, tiene curvas, decenas de subidas y bajadas, tiene baches
y parches. Visibilizar la meta ha sido la ambición de grandes personas; gente
de todas partes que mediante las reivindicaciones de una clase obrera sometida,
derribaron fronteras y consolidaron derechos logrando -en plena revolución
industrial- que se reconociera a la mujer como una “ciudadana más”.
El derecho al voto, a opinar, a
estudiar, a trabajar, a comprar y a tener un bien en propiedad; el derecho de
amar, de sentir y de crear; la oportunidad de demostrar, de ejercer y dirigir
son derechos que la sociedad valora de manera distinta según se trate de él o
de ella. Un ejemplo sencillo, una realidad manifestada en las condiciones laborales
de unos y otras; el empleo vinculado a la industria, -basado en el comercio, en
la producción de lo material- a este tipo de empleo le damos un valor económico
y social muy superior al de la productividad de unas mujeres que cuidan de
mayores, menores y enfermos.
La historia se escribe para que
las generaciones del futuro no olviden las batallas y las luchas del pasado;
así, los libros recogen en millones de palabras el testimonio de una revolución
que pretendía quitarnos del camino, esas piedras con las que tropezamos reiteradamente.
El legado de la lucha obrera es nuestro, somos nosotros y nosotras -todos y
todas a una- quienes hemos de lanzar a la orilla del sendero esos lastres que nos
impiden progresar como sociedad; hay que asegurarse no sólo de dejarlos detrás,
sino que en el camino -junto a las demás injusticias- se queden las
neandertales, antisociales, los intereses personales, el poder discriminatorio
del capital y el patriarcal.
Las mujeres cargadas con sus
propios problemas han humanizado a la sociedad, la han cuidado, educado,
respetado, entendido y apoyado. Ellas
siempre serán esas madres por las que dar la vida, esas hermanas con las que
compartir mil sonrisas, esas amigas que estaban, están y estarán; Aún con todo
ello y más, las mujeres siempre han sido las principales candidatas para sufrir
la discriminación, la exclusión social y la violencia machista.
Esto no se para solo, no se acaba
con ello simplemente negando que pasa; es una realidad con rostro de mujer pero
que necesita de las voces masculinas, de la comprensión y el valor de la
sociedad, del respeto y la veracidad de la clase política, de la educación
recibida y los principios heredados. Nunca se dijo que acabar con esto fuera
fácil pero es ahora -cuando las medidas del gobierno sitúan, fundamentalmente,
a las mujeres en la pobreza y en la exclusión- cuando sobran las diferencias. Afiancemos
ese discurso positivo que denuncia y reconoce que las cosas para las mujeres,
con crisis o sin crisis no avanzan lo suficiente para poder decir que en este
aspecto, tendemos a ser una sociedad más democrática, justa e igualitaria.
Tomatito Cherry.
Está más que claro y demostrado que para adquirir derechos hay que luchar. La libertad se conquista, nunca es una dádiva generosa de quienes ostenten el poder en cada momento. Juntas, juntos, podemos. Ana Alonso
ResponderEliminarMe ha encantado éste post. Estoy convencida de que a la igualdad se llegará desde un profundo respeto hacia el ser humano. Sin esa condición no es posible ponerse en el lugar de los demás y actuar en consecuencia. Y si , como dice Ana, yo también estoy convencida de que no es, y no va a ser gratis, de que hay que seguir reivindicando y trabajando para y por ello.
ResponderEliminarUn abrazo.