17 de febrero de 2012


Una tarde cualquiera de un día cualquiera, del mes de abril…

…Yolanda se siente inquieta, camina sin rumbo por su casa, se para frente al televisor y zapinea sin cesar, sin prestar atención a lo que divulga la televisión la apaga. Se dirige a la ventana, ve pasar a la gente a través del cristal, solo se oye el ruido leve de las gotas de lluvia al chocar, pasa una madre con dos hijos y se pregunta ¿será feliz?

            De repente la hora llega, como todos los días desde hace años, él esta a punto de entrar por la puerta, solo de pensarlo tiembla como una niña pequeña, su angustia crece y todavía piensa que es buena persona, ¿porque habrá cambiado?, que habrá echo ella mal para que el se comporte así.


            La llave se introduce en la puerta y recuerda cuando de recién casados ella y él lo compartían todo, lo cotidiano, lo extraordinario, aquellos días en que Yolanda se cuidaba, se maquillaba y lucía sus mejores galas por ella y por el; se querían, se mimaban, se amaban… Recordar sus caricias le produce una tímida sonrisa.

            Tenía amigas con las cuales se telefoneaba y con una -con la que fue a trabajar al extranjero- se carteaba asiduamente. Él le ha hecho perderlas. Poco  a poco le marcó los tiempos, le absorbió la vida en un suspiro hasta que solo quedo el que la convirtió en materia inerte. En ese momento Carlos entra…. bebido como todas las noches desde hace un año, pregunta ¿qué hay para cenar?, ella contesta lubina al horno. De repente su mano sale como una exhalación y se estrella en su cara repetidamente; él contesta vaya mierda de cena, como tú que eres una mierda… mírate; agarrándola por el pelo la arrastra hasta el espejo y mientras grita… mírate ¿quién te va a querer a ti? ¡Zorra! la culpa es mía por aguantarte.

            De repente le suelta un puñetazo que le hace sangrar por el labio, lo tiene partido, pero no tanto como su corazón… Él se va para la habitación gritando y propinándole insultos despiadados, mientras en el suelo al lado de ella queda un rastro de orina que huele a miedo. Se pregunta… ¿qué he hecho mal para no poder ser feliz?

SU ÚNICO ERROR, SER MUJER

José Manuel Rodríguez Baltar
Secretario de Organización
Unión Comarcal de CCOO de Avilés

2 comentarios:

  1. Uf! un relato desgarrador. Si la sociedad tuviera un mínimo de empatía para poder sentir por un momento ese desgarro, ese miedo y ese dolor que sienten tantas mujeres, tal vez, estaríamos en la calle protestando mucha más gente, hombres y mujeres que queremos una sociedad que impida la relación de dominación de los hombres hacia las mujeres. Baltar, bienvenido a la ensalada!!! Ana Alonso

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  2. Leer unas líneas tan reales escritas con palabras que nacen desde el corazón de un compañero nos demuestra que vamos por el buen camino; el camino del respeto, la igualdad y el entendimiento que es para lo que trabajamos cada día. Gracias de todo corazón compañero.

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